viernes, 14 de noviembre de 2014

Lore/Historia de campeones

AHRI

A diferencia de otros zorros que habitan en los bosques al sur de Jonia, Ahri siempre sintió una extraña conexión con el mundo mágico que la rodeaba. Una conexión que, de algún modo, le parecía que estaba incompleta. En lo más profundo de su interior, sentía que el cuerpo en el que había nacido era como una enfermedad y soñaba con llegar a convertirse en humana. Su objetivo parecía estar lejos de su alcance, hasta que se encontró en medio de una batalla humana. Era una escena espeluznante, la tierra estaba oscurecida por las siluetas de soldados heridos y moribundos. Se sintió atraída hacia uno de ellos: un hombre con túnica, envuelto por un campo mágico, cuya vida se iba acercando rápidamente a su fin. Se acercó a él y algo en su interior se activó, acercándose al hombre de una forma que no pudo comprender. Su esencia vital se introdujo en ella, guiada por filamentos mágicos invisibles. La sensación era embriagadora e insoportable. Cuando salió de este estado, descubrió entusiasmada que algo había cambiado en ella. Su lacio y brillante pelo blanco había desaparecido y su cuerpo era alargado y ágil: tenía la forma de los humanos que yacían en el suelo a su alrededor.

Sin embargo, aunque tenía apariencia humana, sabía que en realidad la transformación estaba incompleta. Era una criatura inteligente, así que se adaptó a las costumbres de la sociedad humana y aprovechó su don de la belleza para atraer a los hombres incautos. Podía consumir sus esencias vitales cuando estaban encantados por sus hechizos seductores. Alimentarse de sus deseos le permitió estar más cerca de su sueño, pero a medida que arrebataba vidas, empezó a apoderarse de ella un fuerte sentimiento de arrepentimiento. Tenía reservas ante acciones que nunca le habían importado cuando sólo era un zorro. Se percató de que no podía soportar el remordimiento de su creciente moralidad. En su búsqueda de una solución, Ahri encontró la Academia de la Guerra, el hogar de los magos más poderosos de Runaterra. Allí le ofrecieron la oportunidad de mantener su humanidad sin causar más daño, a cambio de servir en la Liga de Leyendas.

'La piedad es un lujo y una responsabilidad humana'.
-- Ahri



UDYR

Udyr es más que un hombre, es un recipiente para el poder indomable de cuatro espíritus de animales primigenios. Al explotar las naturalezas animales de los espíritus, Udyr puede emplear su fuerza única: el tigre le proporciona velocidad y ferocidad, la tortuga resistencia, el oso poder y el fénix la llama eterna. Con estos poderes combinados, Udyr puede aplacar a todo aquel que intente perjudicar el orden natural.

En Freljord hay una casta única que vive fuera de la sociedad de esas tierras salvajes. Son los custodios del mundo natural: los Caminantes Espirituales. Una vez cada generación, nace un niño bajo una luna de rojo sangre, un niño que se dice que vive entre dos mundos: el de los espíritus y el de los hombres. Se lleva al niño ante el Caminante Espiritual para que continúe el linaje chamánico. Udyr fue tal niño, y conocía el aullido de los lobos de la tundra incluso antes que la lengua de sus ancestros. Con la ayuda del Caminante Espiritual, Udyr podría aprender el sentido de las llamadas espirituales y tender al equilibrio de la naturaleza. El Caminante Espiritual le dijo a Udyr que sería puesto a prueba más que los anteriores a él, los espíritus de Freljord estaban poniéndose nerviosos, aunque la razón permanecía oculta.

La respuesta a esta tensión llegó durante el mortífero invierno, una figura temible de la que sólo se sabía a través de susurros asustados descendió sobre Udyr y el Caminante Espiritual, era la Bruja de Hielo. Consciente de que el chico caería presa de su magia fácilmente, el Caminante Espiritual lo protegió de su ataque a costa de su propia vida. Superado por el dolor, Udyr aulló lleno de furia, y sintió que Freljord aullaba con él. En ese momento, el niño acogió la naturaleza primigenia de los espíritus y se convirtió en una bestia. El rugido de Udyr, ya con todo su poder, hizo temblar las cumbres y provocó una avalancha torrencial. Cuando Udyr logró abrirse camino para salir del hielo, la Bruja de Hielo ya no parecía estar allí.

Durante años, la tribus del norte evitaron al salvaje y sus dominios. Pero un día, Udyr olisqueó a un intruso temerario. Tenía la determinación de atacar al extraño para expulsarlo de su territorio, pero el ataque fue esquivado con facilidad. El salvaje se abalanzó sobre el hombre una y otra vez, pero cada vez el ataque era repelido constantemente. Derrotado y exhausto, Udyr se calmó y preguntó torpemente al extraño quién era. Lee Sin había venido en busca de las enseñanzas del Caminante Espiritual pero encontró a un hombre perdido en su lugar. El monje prometió ayudar a Udyr a volver a encontrar su camino y lo guió a un monasterio que se decía que estaba protegido por cuatro espíritus eternos portadores de gran poder y sabiduría. Allí, Udyr encontraría la armonía.

Lee Sin llevó a Udyr a unas tierras que contrastaban notablemente con su lugar de nacimiento. La supervivencia no era la única ley que gobernaba las vidas de los jonios y las criaturas de esas tierras. Por primera vez, Udyr se sintió en paz con los espíritus que lo rodeaban y encontró consuelo en compañía de humanos. El tiempo que pasó con los monjes le enseñó a controlar sus instintos, mientras que su contacto con los antiguos espíritus del templo le otorgó sabiduría. Gracias a ambas cosas, Udyr aprendió a aceptarse de verdad como el nuevo Caminante Espiritual.

Udyr le debía mucho a los jonios. Era una deuda que nunca le reclamaron, pero que él, sin duda, les pagaría infinidad de veces. Cuando tuvo lugar la invasión de los ejércitos de Noxus, Udyr no se quedó de brazos cruzados mientras los violentos soldados oprimían a los pacíficos jonios. No había olvidado cómo usar sus dientes. Udyr saltó sobre los ejércitos enemigos con toda la ferocidad de una bestia atrapada, y dio a los invasores un buen motivo para temer al mundo salvaje. Cayendo desde los árboles, sus garras trituraban a los noxianos. En los ríos, los arrollaba como si fuese la marea. Y en los campos, los consumía con la feroz vida salvaje. La ira de Udyr sólo se relajó cuando los noxianos huyeron con el rabo entre las piernas.

La paz regresó a Jonia, pero Udyr todavía notaba que había algo que no le permitía descansar. Los espíritus de Freljord lo llamaban, avisándolo de que un mal antinatural iba a emerger del hielo. Udyr comprendió la amenaza auténtica que suponía la Bruja de Hielo para su hogar: era el heraldo de una oscuridad mayor que pronto envolvería la tierra. Armado con los poderosos espíritus del templo, Udyr regresó a Freljord en busca de defender el mundo natural de todo lo que pudiese amenazar su equilibrio.

'La voluntad de la naturaleza se cumple a través de nosotros'.
-- Udyr

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